Había una vez, un terrón de tierra. Ese terrón de tierra en el vientre de la diosa Atea, era yo, Tāne.

Cuando Ta’aroa supo de mi nacimiento, envió inmediatamente a los artesanos a ver a mi madre, Atea, con el fin de darme forma, porque habría que ver que no parecía gran cosa.

Rima-roa y Nana llegaron con la gran diosa. Desgraciadamente les dio miedo su grandeza y no tenían el coraje de transformarme.

Atea entonces se enojó mucho y ordenó a los artesanos ir en busca del espíritu de Ta’aroa para que les ayudara.

Los artesanos volvieron muy rápido acompañados del mana (poder) del gran dios de toda la polinesia. El espíritu del gran creador se puso inmediatamente a trabajar y transformó mi superficie en una piel sublime, suave y fuerte.
Atea también quería ser parte de mi formación y continuar con mi transformación.

Comenzó por mi cabeza. Hizo hoyos para mis ojos y después agregó mis ojos. Después modeló mis hombros y mi pecho y entonces me coloca una bella columna vertebral para sostenerme.
Al final, en medio de mi pecho, ella puso mi corazón. Falta decir que era casi perfecto.

Ta’aroa estaba tan orgulloso que me hizo un regalo. Un tiburón que él había nombrado IRE.
Juntos volamos hasta la vía láctea y desde ese día yo despierto al mundo.

Animación de Nyko pk16
Derechos de Polynesie 1er y FranceTV
Traducción al español Reo Tahii México